miércoles, 1 de octubre de 2003

REGALOS

A veces me encuentro como en esa extraña situación en la que alguien, en un desconcertante gesto de amabilidad, te regala algo que no necesitas y que yo mismo nunca adquiriría. Un regalo trampa, un favor obligado a aceptar. Me llegan de manera bastante regular ofrecimientos que las características de mi situación actual me impiden desechar, no por falta de ganas. Mucha gente, casi siempre gente que amo, me tira a la cara contra mi voluntad su compasión, se me acercan misericordiosos conocidos con frases de ánimos que no hacen otra cosa que hundirme más, me llueven a la fuerza oportunidades de seguir viviendo cuando todo se había acabado, o, lo que es peor, apoyo en el problema que uno mismo sabe que le acompañará hasta la tumba. Ellos quieren ayudar, y yo no quiero ser descortés, todo termina siempre en una sensación de estupidez para el afectado confrontada con un profundo sentimiento de autocomplacencia por parte del "ayudador". En esos casos, ¿Quién es realmente el que ayuda a quién?