miércoles, 20 de julio de 2005

Madrid me mata, por favor mátame Madrid

Para Madrid esta vez ha sido un poco diferente. Y aunque ya se presentó Augusto con su fama de duro y tozudo de cada año, ni siquiera ese pequeño tirano puede reprimir las lágrimas del cielo madrileño. Vivir sin ti ya no es lo mismo y las calles, el aire, el sol, las nubes, ...todos! ...todos lo saben. La ciudad hoy se siente tan triste que era inevitable que se empapase. En el Retiro yo no acierto a encontrar la copa de cualquier árbol para cobijarme. Hace un minuto, aquí, en el Retiro, no encontraba tu mano entre las mías. ¡Ay! pasear por este parque en soledad es un suicidio demasiado ridículo. El calor es axfisiante, pero llueve; la ciudad es un océano de gente, de otra gente. Por suerte el camino desde la Puerta de Alcalá a Cibeles va hacia abajo. Si no fuera así tal vez nunca podría llegar. Quizás sea un camino pensado para nostálgicos doloridos, un camino para víctimas.
Esperar al gran 27 siempre es breve; no quise enterrarme, bajar a los intestinos de mi ciudad, pensé que debía exprimir la luz que el techo me regalaba allí, frente a la Diosa. La oruga grande viene a recogerme, es lenta, pero no parece importar. Bebo de su compañía en contacto con personas que nunca me amaron ni me odiaron, curiosamente todas parecen llevar tu cara y tu voz. Todos procuran no cruzar las miradas, observando el cristal, más allá del cristal y disimuladamente el reflejo del cristal. No es demasiado importante si me dirigía hacia la estación o hacia el Coliseo, el efecto es el mismo. Sin ti solo me queda esto, me has dejado el Madrid que compartíamos para mí solo, él y yo tendremos que consolarnos mutuamente. Me acostumbraré a sus lágrimas y Madrid a mis tonterías.

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