lunes, 17 de abril de 2006
METÁFORA
Veo una botella tumbada, con el tapón mal enroscado y me veo reflejado en ella. Es siempre la misma botella, parece increible, pero en ningún momento es sustituida por otra, ni ella ni su contenido. Pero a veces es tan dulce beber de su goteo... y en otras ocasiones resulta tan amarga... Algo parecido a lo que nos sucede con su caprichosa posología: Puede ser muy lenta a nuestro parecer y de repente resultarnos asquerosamente veloz, tanto que nos impide degustarla. De todas maneras, lenta o rápida, siempre, a la hora del inventario, nos damos cuenta de que la botella está mucho más vacía de lo que habíamos calculado que debería. Y empezamos a preguntarnos cómo se fue todo lo que se supone que hemos consumido ya, tal vez esas gotas cayeron al suelo, no supimos aprovecharlas, y ahora quisiéramos paladearlas sin prisa, no importa lo muy desagradables que llegue a ser su sabor. Eso provoca ineludiblemente que en nuestro interior germine una diminuta semilla de desconfianza hacia las reglas que rigen el funcionamiento de dosificación de la botella. Quizás no sean justas esas reglas, o también puede ser que quien tenga el poder suficiente para ello nos esté haciendo trampas y no nos hayamos percatado hasta ese momento de que deberíamos tener el derecho a pausar la botella, evitar el continuo flujo ante el cual nosotros no podemos hacer nada. Sólo mirarlo, analizarlo, sufrirlo; y mientras ...sigue goteando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario