viernes, 28 de abril de 2006

PERDÓN POR MIS ERRORES

No importan las circunstancias que rodeen nuestra situación actual, cada ser humano tiene en común el mismo verdugo: Sus errores. Condenamos y somos condenados recíprocamente en el mundo que habitamos, basándonos en exclusiva en las decisiones equivocadas que hayamos podido tomar. A menudo nuestros actos desembocan en sucesos que de ninguna manera hubiéramos llegado a imaginar, pero que, de los cuales, somos nosotros indiscutiblemente únicos responsables. Nuestra culpa, nos convertimos en críminales, muchas veces de forma involuntaria. No teníamos posibilidad alguna de preveer que todo desembocara en ese resultado nefasto, pero se trata de nuestra creación, nuestra obra. Y en consecuencia somos juzgados y castigados, por los que deseaban condenarnos, los que puedan amarnos y, no rara vez, por nosotros mismos. Nuestras equivocaciones nos pesan, nos duelen, nos matan... Se nos olvida que, sin dejar de evitar las malas decisiones, somos de naturaleza humana. Es importante aprender a encajar los errores, propios y ajenos; aprender a perdornar, a nuestros semejantes y a nosotros mismos; y a no colorear el mundo que nos ha tocado vivir apoyándonos en las cosas que han salido mal, porque tal vez no sean mayoría. Nadie es perfecto, creo que todos coincidimos en esa afirmación.

martes, 25 de abril de 2006

Me sobra Madrid

El día está nublado, preñado de tristeza,
el frío seco reina allá a dónde mires.
las calles, vacías, derrochan melancolía,
Madrid se parece demasiado a mi corazón.

Al segundo de marcharse ya sufrí los síntomas,
y hasta el día que me muera los tendré conmigo,
mi ciudad, como yo, la llora y la añora,
porque sabemos que no volverá enseguida.

No sé si te estoy esperando o ya he abandonado,
porque dicen que aunque vuelvas no será por causa mía.
pero mientras aprendo a vivir sin ti, que sepas
que Madrid es demasiado grande si tú no estás conmigo.

sábado, 22 de abril de 2006

MICROCOSMOS

Algo que me sorprende, para mal, en gran manera de las personas es la confección, posiblemente de una forma subconsciente, de algo parecido a microcosmos afectivos. Por esta vez, al referirnos a afectivo olvidemos el lado negativo humano haciendo así caso a lo que conocemos como cariño. Desde ahí llegaremos a darnos cuenta de que podemos ser capaces de emitir sentimientos bonitos por cualquiera, aunque esté lejos, aunque sean hacia alguien con quien sólo nos hemos cruzado una vez, aunque sean por alguien que nos odia con rabia. Soñamos con que el efecto acción-reacción funciona en el mundo de los sentimientos. Queremos amor y confíamos en que ese amor nuestro será correspondido en similar medida y justicia. Cuando no es así nos sentimos víctimas de un robo, de un crimen. Nuestro funcionamiento da por hecho inocentemente que el recibir cariño está incluído en el paquete de amar, pero ¿en el caso contrario? Sólo nos planteamos el ser destinatarios de afecto cuando el emisario es alguien que de alguna manera recibe alguno nuestro. Si no es así tenemos coartada pública para catalogar a aquel con sentimientos hacia nosotros como una molestia, un inoportuno. Nuestro microcosmos afectivo tiene una misión de captación, no está programado para ser captado.

lunes, 17 de abril de 2006

METÁFORA

Veo una botella tumbada, con el tapón mal enroscado y me veo reflejado en ella. Es siempre la misma botella, parece increible, pero en ningún momento es sustituida por otra, ni ella ni su contenido. Pero a veces es tan dulce beber de su goteo... y en otras ocasiones resulta tan amarga... Algo parecido a lo que nos sucede con su caprichosa posología: Puede ser muy lenta a nuestro parecer y de repente resultarnos asquerosamente veloz, tanto que nos impide degustarla. De todas maneras, lenta o rápida, siempre, a la hora del inventario, nos damos cuenta de que la botella está mucho más vacía de lo que habíamos calculado que debería. Y empezamos a preguntarnos cómo se fue todo lo que se supone que hemos consumido ya, tal vez esas gotas cayeron al suelo, no supimos aprovecharlas, y ahora quisiéramos paladearlas sin prisa, no importa lo muy desagradables que llegue a ser su sabor. Eso provoca ineludiblemente que en nuestro interior germine una diminuta semilla de desconfianza hacia las reglas que rigen el funcionamiento de dosificación de la botella. Quizás no sean justas esas reglas, o también puede ser que quien tenga el poder suficiente para ello nos esté haciendo trampas y no nos hayamos percatado hasta ese momento de que deberíamos tener el derecho a pausar la botella, evitar el continuo flujo ante el cual nosotros no podemos hacer nada. Sólo mirarlo, analizarlo, sufrirlo; y mientras ...sigue goteando.