(...Continuando)
Carezco de las condiciones básicas necesarias para poder hacer frente a esa sangrienta adicción a la lucha, Sin tener la menor importancia si se trata de una lucha justa o de si la batalla está ya perdida incluso antes de comenzar a dirimirla. Cuando uno comienza a participar en esa guerra, es como si encendiera un piloto automático maligno. Un piloto automático que no te permite de ninguna manera volver a tomar el mando hasta que no has llegado al destino, el cual la mayoría de las veces no es el lugar que habíamos planeado antes de perder el control. Somos testigos de primera fila de cómo nos convertimos en autores de salvajadas impropias de todo lo que habíamos construído antes. Lanzamos discursos ridículos y absurdos para no admitir que nos hemos confundido otra vez. Podemos llegar a abandonar a cualquiera, a la persona más importante del mundo para nosotros si es posible, si eso significa dar un paso atrás o aceptar cada uno de los errores que hemos cometido. Nuestra cabezonería es tal, que a veces seríamos capaces de volver a crucificar a Cristo para no tener que pedirle perdón por nuestros actos.
viernes, 3 de septiembre de 2004
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1 comentario:
Muy cierto... me gusta la ultima frase muchisismo.
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