jueves, 16 de septiembre de 2004
POR LA ESPALDA
El golpe más doloroso y difícil de encajar no es el que haya sido impartido con mayor fuerza bruta o potencia, carece de importancia lo afilada que pudiera estar el arma homicida, ni si quiera el oficio o saña del agresor contienen la más mínima relevancia. Despues de vivirlo en primera persona me creo en situación favorable para poder aseverar que la peor herida es aquella que se sufre cuando ésta viene a uno estando desprevenido, la que de ninguna manera cabía esperar, la que llegó fuera de lugar. Sobre todo es aquella que te aporta esa persona que nunca hubieras llegado a pensar que lo hiciera, quien creías abocado a ser tu cómplice y protector pero que finalmente resultó un implacable verdugo. Esa, esa siempre se convierte en la peor llaga, porque con toda probabilidad será la que más tiempo demore en cicatrizar. Por eso digo que, si de verdad te apetece hacer daño a alguien, a nadie harás sufrir un dolor más profundo, miserable y devastador que a los que te quieren y confían en ti. Y puestos a hacer llorar a los que te rodean, recuerda: La mentira más dañina que una persona puede decir a otra es "te quiero" cuando no es cierto.
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