domingo, 1 de julio de 2007

SENSIBILIDAD

Con las actitudes y situaciones que uno va observando mientras consume su estancia aquí, es fácil llegar a una errónea conclusión que nos haga infravalorar el verdadero sentido de casi todo lo que nos rodea. A veces vemos gentes que, no satisfechas con abaratar aparentemente el precio de su propia vida, se dedican a poner en flagrante peligro las de aquellos que les rodean, o incluso a apostarlas para perderlas bajo seguro; no teniendo demasiado en cuenta lo apreciados que sean para esas personas. (No malinterpretar en absoluto la apreciación, ya que de ninguna manera es una excusa aceptable el carecer de vínculos afectivos para malograr la vida de cualquier persona; pero sí que sería un agravante despreciable a mi parecer). Nos estamos acostumbrando a los muertos. Suena cruel y deshumanizado, tanto como real. Vemos a gente morir y lo aceptamos de forma automática, saltándonos esa antigua costumbre de entristecernos si no es absolutamente necesario. Por el momento, a día de hoy, hemos evolucionado en testigos indolentes, no descartemos alcanzar la calidad de verdugos habituales en breve. Parece que la vida no es un don tan valioso en este universo en el que nos vemos envueltos. Lo interesante ahora no es si la vida es una gran oportunidad, yo creo que no permite dudar de que merece la pena ser vivida; lo que nos engaña es que a menudo estamos rodeados de personajes que nunca se hubieran ganado el derecho de gozarla. En resumen, debemos cesar de cuestionar lo afortunados que seamos o no y lo majestuoso del regalo para analizar más bien si somos dignos consignatarios de su disfrute.

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