viernes, 20 de julio de 2007

AMAR LA IGNORANCIA

Ayer, mientras daba un paseo, no pude evitar fijarme en un pequeño cachorro que no paraba de oler, mordisquear y analizar todo lo que había a su alrededor. Hambriento por saber. Como si le doliera la necesidad de cubrir su desconocimiento con experiencias y datos. Y de alguna manera me sentí identificado con esa actitud. Es la reacción que la curiosidad desata, inherente a la naturaleza humana. Aunque haya quien opine que nos sobra información (Hay un dicho popular que afirma: "Ojos que no ven, corazón que no siente"); esa es la solución que muchos aplican a situaciones que o bien no están capacitados para mejorar o simplemente no les resultarían interesantes sus consecuencias. Situaciones impopulares, incómodas o como las quieran llamar. Echar la vista a un lado y hasta incluso enterrar datos para ayudar así a sembrar la ignorancia ajena. Una escapatoria efectiva y económica. Pero quizás es precisamente ese el sentido de seguir viviendo: Conocer, saber, experimentar; analizando, disfrutando o alcanzando el sufrimiento; tal vez para recordar más adelante con cariño cuando nuestras posibilidades físicas no nos permitan hacer otra cosa mejor. "O fortunatos nimium, sua si bona norint, agricolas," rezaba Virgilio. Es verdad que cuantas más cosas sepamos, más preocupaciones cosecharemos, pero ¿Qué otro aliciente tiene estar aquí?

miércoles, 4 de julio de 2007

Tendrá que suceder aquí

Madrid no es Buenos Aires y sus dolorosos tangos.
Madrid no es Viena bailando un vals abrazados.
Madrid es muy diferente a Río y su carnaval.
Pero Madrid tiene mi custodia, le pertenezco.

Aquí no hay auroras boreales,
Aquí no hay canales ni góndolas,
Aquí la gente casi nunca te saluda;
Pero aquí estás tú.

En Madrid no podremos subir a la terraza del Empire State a besarnos,
y no podremos pasear el Boulevard de París hasta que amanezca,
ni nos acariciarán las gotas de las olas al romper contra Tarifa.
Pero tendrá que suceder en Madrid.

domingo, 1 de julio de 2007

SENSIBILIDAD

Con las actitudes y situaciones que uno va observando mientras consume su estancia aquí, es fácil llegar a una errónea conclusión que nos haga infravalorar el verdadero sentido de casi todo lo que nos rodea. A veces vemos gentes que, no satisfechas con abaratar aparentemente el precio de su propia vida, se dedican a poner en flagrante peligro las de aquellos que les rodean, o incluso a apostarlas para perderlas bajo seguro; no teniendo demasiado en cuenta lo apreciados que sean para esas personas. (No malinterpretar en absoluto la apreciación, ya que de ninguna manera es una excusa aceptable el carecer de vínculos afectivos para malograr la vida de cualquier persona; pero sí que sería un agravante despreciable a mi parecer). Nos estamos acostumbrando a los muertos. Suena cruel y deshumanizado, tanto como real. Vemos a gente morir y lo aceptamos de forma automática, saltándonos esa antigua costumbre de entristecernos si no es absolutamente necesario. Por el momento, a día de hoy, hemos evolucionado en testigos indolentes, no descartemos alcanzar la calidad de verdugos habituales en breve. Parece que la vida no es un don tan valioso en este universo en el que nos vemos envueltos. Lo interesante ahora no es si la vida es una gran oportunidad, yo creo que no permite dudar de que merece la pena ser vivida; lo que nos engaña es que a menudo estamos rodeados de personajes que nunca se hubieran ganado el derecho de gozarla. En resumen, debemos cesar de cuestionar lo afortunados que seamos o no y lo majestuoso del regalo para analizar más bien si somos dignos consignatarios de su disfrute.