viernes, 14 de octubre de 2005
OBRAS PÓSTUMAS
En el mundo ideal que la perfecta moral nos dibuja la gente haría todo de manera altruísta sin intereses escondidos. Sería un lugar tremendamente utópico, sin disputas ni rencores, donde todas las personas se podrían permitir sonreír constantemente. La manera de lograrlo consiste en que todos, sin excepción, colaboren, algo que creo que nunca sucederá. Puede que sea porque en el fondo todos somos malos y repelemos la perfecta moral. Es díficil comprender cómo casi nadie hará nada por lo que todos desean. Entonces ¿La gente en realidad no quiere hacer cosas para los demás? Y si es así ¿Tienen razón al desconfiar de los valores humanitarios? Yo no puedo contestar, porque no lo sé, pero sí que puedo opinar. Después de haberme esforzado en algo con todo mi coraje y ganas, me dolería mucho que, si he sido merecedor de algún reconocimiento a mi trabajo, éste fuera cuando ya me haya marchado. Si hay posibilidad de elegir prefiero vivir personalmente las felicitaciones. Tal vez sea algo parecido lo que le sucede a nuestra sociedad. Para poder tener garantías de saborear los frutos de una vida hay que orientar esos frutos hacia uno mismo (no he dicho que lo recomiende). Así la gran mayoría piensa sólo en primera persona e incluso además en corto plazo. Si en lugar de esclavos los romanos y egipcios hubieran tenido que construir sus monumentos con personas de este siglo, les hubiera sido imposible.
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