jueves, 12 de agosto de 2004

UNA AMISTAD, UNA BOCA MÁS

A veces sucede que me gustaría conocer el verdadero límite ético en el que la identidad de alquien ha de someterse a concretas restricciones. No siempre uno puede hacer todo lo que quiere, o al menos eso me dice a mí mi propio sentido común. Muchas han sido las ocasiones en las que me he planteado el derecho de cada individuo a exigir de alguien determinadas caricias o gestos mínimos. Aunque comúnmente alzamos el listón por encima de lo que en realidad es acuánime, eso no evita que lo ordinario es encontrarnos con nada, con casi nada, o con respuestas carentes de la sensibilidad que la situación, y nuestro corazón requerían. Y es que el ser humano es una maquina que necesita renovar constantemente muchas de las sensaciones que son vitales para él, es una pena que además no sea una máquina consciente de la necesidad de la reciprocidad en esos actos para poder cumplir los objetivos. Nos gusta tanto pedir... Nos duele tanto regalar...

4 comentarios:

danifres dijo...

me considero culpable en este aspecto, egoismo aveces, indiferencia otras, algun tipo de temor en el resto... no es algo de lo que estoy orgulloso y siempre estare agradecido de un toque de atencion externo acerca de ello ;)

eh tio, eres la leche

Anónimo dijo...

Es obvio que existen restricciones en el (YO) y la identidad de otras personas, pero no obstante es egoismo el creer en el derecho de pensar, sentir o hacer por otras personas.
A veces, incluso lo que nos cuesta regalar no es comparable con lo que nos han regalado ya y hemos desperdiciado.

Anónimo dijo...

Es obvio que el (YO) muchas veces choca con la identidad y el limite de los demas, pero no obstante es egoismo el creer que tenemos determinados derechos o autoridad sobre otras personas.
Aunque valoramos lo que regalamos, muchas veces nunca llegamos a apreciar realmente lo que nos han regalado y asi, lo despreciamos.
Cuando convertimos algo tan simple como amar en una posesion, deja de ser amor, pues este, no puede ser egoista.

Grom dijo...

Nunca he tenido muy claro el porqué, pero uno siempre se siente desilusionado y traicionado cuando no recibe lo que soñaba, incluso cuando era consciente de que pedíamos demasiado. Sí es cierto que no es justo, pero es esa sensación la que me llevó a escribir ese artículo...