domingo, 29 de agosto de 2004

SONRÍA POR FAVOR

Si dentro del ser humano colocó Dios alguna capacidad mágica con propiedades suficientes para hacer tambalearse los más profundos cimientos del universo, esa capacidad es la sonrisa. En incontables recuerdos se repiten en el tiempo las batallas que no pudieron conquistar los fuertes ante los de ánimo alegre y decidido. De lo místico y misterioso que puede contener ese gesto o actitud no puedo decir mucho, ni de su funcionamiento sólo sé que me he convertido en un mero espectador y testigo de sus sorprendentes resultados. Bien que me gustaría enfrentar a aquellos grandes héroes y suplicarles su escondida y secreta receta y aplicármela. Y es que aún en mi caminar no he acertado a convertirme en protagonista activo de esos goloriosos relatos, sólo que por ahora me sumerjo en los entrenamientos que se me antojan precisos para tal fin. Ocasiones de ponerlo en práctica por ahora no me faltan. Por eso que pienso que sonreír viene a ser un arma a menudo menospreciada, no importa si tu sonrisa es bonita o no, es el sentimiento general en todo tu ser que ese divino gesto aporta. "Por una mirada un mundo, por una sonrisa un cielo, ..." Declaraba Becquer en sus rimas, mendigando un guiño amable de su amada. Quién sabe si mejor le hubiera ido si se hubiera dedicado a regalar sonrisas en lugar de pedirlas.

sábado, 21 de agosto de 2004

Wendy Cooper (Nota Biográfica)

Sucede que Madrid no es el prototipo de ciudad ideal para estar enamorado. Al menos no es, como yo había soñado toda mi vida, el bosque repleto de frondosos robles y encinas ahogados por las más tiernas canciones de millares de aves variadas. No es la playa tropical desierta que en su arena contiene ocultos misteriosos tesoros, y que al amanecer permite soñar con delfines y sirenas. Madrid no se parece a la dulce Verona de Romeo y Julieta, ni a la majestuosa Troya de Helena y Paris, ni tan siquiera a la pequeña Tara de Atlanta cuando Scarlett y Rhet creían amarse.
Pero yo estoy en Madrid, secuestrado por algún incompresible embrujo o embrujado en algún extraño secuestro. No es fácil vivir enamorado aquí, mucho menos si tú no estás conmigo, si nunca vuelves, si no llega el milagro. Herido de muerte, en ocasiones me invento antídotos contra esta árida ciudad: Me siento a mirar su moribundo cielo, a veces huérfano de estrellas, a veces saturado de basura. Y pienso que estoy frente al mar, que puedo confundir el firmamento con el océano, que me lanzo y me sumerjo en él, y que allí te encuentro, todavía viva, en tu último aliento, que me da tiempo a arreglar lo que ya no tiene arreglo… Sueño que con el poco aire que me quede puedo soplar en tu boca y devolverte; Devolverte a mí, devolverte al mundo. Luego todo consiste en nadar juntos, en reír, en perder la percepción del tiempo y del espacio hundido en tus ojos, en contarte todo lo que ha pasado desde que te fuiste.
Al final me encuentro solo, mirando un cielo negro, tan negro que a veces da miedo, en una ciudad no recomendable para estar enamorado. Tratando de sonreír, que no es tan fácil como algunos creen, disimulando, vistiendo la cara de hombre duro olvidadizo. Al final siempre termino en Madrid, lejos del mar, lejos de ti.

sábado, 14 de agosto de 2004

EL JUGADOR

Me gustaría ser capaz de renunciar a mi competitividad cada vez que encontrara que esta pudiera llegar a tornar en algo peligroso o contraproducente. Pero resulta que la competitividad, o al menos que la que yo sufro a veces, pasa de ser un don a convertirse en un defecto devastador que difícilmente logro mantener bajo mi control o voluntad, y todo ello sin previo aviso. Nuestras ganas de ser el mejor terminan frecuentemente por convertirnos en esclavos suyos, llegándo no solo a hacernos renunciar a la humanidad y compasión, sino que también provoca que nos olvidemos de ser racionales, cayendo así en una vorágine de complicada solución. Es inexplicable, aunque vemos la trampa, caemos en ella, nos convertimos en robots y en esclavos de la competitividad sin darnos cuenta hasta que ya es demasiado tarde como para poder poner punto y final al embrollo. Una de mis afirmaciones preferidas de Ovidio dice: "Para ganar, el jugador no cesa nunca de perder". Me cuesta trabajo admitir mi estupidez, pero a veces es tan evidente...

jueves, 12 de agosto de 2004

UNA AMISTAD, UNA BOCA MÁS

A veces sucede que me gustaría conocer el verdadero límite ético en el que la identidad de alquien ha de someterse a concretas restricciones. No siempre uno puede hacer todo lo que quiere, o al menos eso me dice a mí mi propio sentido común. Muchas han sido las ocasiones en las que me he planteado el derecho de cada individuo a exigir de alguien determinadas caricias o gestos mínimos. Aunque comúnmente alzamos el listón por encima de lo que en realidad es acuánime, eso no evita que lo ordinario es encontrarnos con nada, con casi nada, o con respuestas carentes de la sensibilidad que la situación, y nuestro corazón requerían. Y es que el ser humano es una maquina que necesita renovar constantemente muchas de las sensaciones que son vitales para él, es una pena que además no sea una máquina consciente de la necesidad de la reciprocidad en esos actos para poder cumplir los objetivos. Nos gusta tanto pedir... Nos duele tanto regalar...

domingo, 8 de agosto de 2004

YIN-YANG

No es demasiado díficil comprender a veces el antiguo concepto asiático del equilibrio entre el bien y el mal.
Sólamente es necesario el haber sido el protagonista de la experiencia adecuada y no ser víctima en ese instante de alguna distracción maléfica que actúe de impedimento a la hora de reconocer la situación. Para que el bien pueda actuar es condición forzosa que algo trabaje en dirección opuesta contrarrestando el efecto de alguna manera. Algo que me ha hecho comprenderlo a lo largo de mi vida es la manera en la que para que algunos sean felices otros tengan que sufrir tristeza y abandono. Sin una cosa sería completamente utópico lo otro. Sin que unos mueran de hambre no puede ser que otros naden en la abundancia, cruel pero cierto. Si alguien encuentra a la pareja que ama, es porque algún otro u otra está llorando escondido en su habitación. Para que el fuego arda tiene que morir la madera, el mismo fuego que luego será apagado por el agua... no deja de ser un ciclo constante, que se entretiene en acabar con unos y otros de manera aleatoria y caprichosa.