jueves, 26 de febrero de 2004
NO VINO EL BUEN SAMARITANO
Nadie está dispuesto a esperar, sólo con la idea de que te toca quedarte quieto, parado para que los demás puedan estar a tu altura suele darle risa a la gente. Cuando las personas inician una carrera siempre piensan en singular. Es como compartir cuando has logrado amasar un apetecible botín, no se lleva, no es algo que estemos acostumbrados a contemplar. Pero es curioso que en las horas de agonía, de ocaso, de derrumbe... cada cual permanece atento para alcanzar a ver la mano misericordiosa que inexplicablemente y de una forma no altruista, proporciona el bálsamo salvador y solucionador del mal. A veces sucede que esa persona aparece, tengo que confesar que nunca fui yo esa persona y no sé si conozco a alguien que haya encarnado ese papel. Qué triste que en el planeta, sin embargo, la cantidad de sanadores y la de moribundos sea tan desigual... Si alguien decidiera alguna vez derramar generosidad con un necesitado le será fácil encontrarlo. Pero, en el otro extremo, muchos son los necesitados que tuvieron que partir sin su oportunidad de restauración. Nadie quiere esperar pero todos soñamos que lo hagan por nosotros.