domingo, 27 de agosto de 2006

VÍCTIMA DEL MAL AJENO

Siempre he sido espectador conforme de aquella típica frase que dice "ojos que no ven, corazón que no siente". Una afirmación que podemos aceptar sin reparos y que, por ahora,no estoy dispuesto a discutir. Incluso, de alguna manera, puede entenderse como adosada al mítico "cogito ergo sum". ...Pienso, existo. La consciencia me otorga la calidad de real. Pero...¿Y si no pienso?¿Qué pasa con todo lo que puede rodearme y que yo ignoro? Últimamente he recibido mucha enseñanza en referencia a la existencia. Me he sentado con gentes que no eran conscientes de la precariedad que encerraba su situación, pero a pesar de ello, sonreían. Se podía adivinar felicidad en el fondo de sus ojos. No saben que sufren, por eso no lloran. Nadie les ha dicho que hay mucho más a lo que pueden aspirar, que lo que tienen es poco, que yo mismo me siento incómodo al ser testigo de su calidad de vida. Para ellos es algo cotidiano el sentir el hambre hasta el dolor, el recibir la lluvia y el frío directamente sobre la piel, tal vez no tienen muy claro en qué consiste un verdadero abrazo de amor. Vivir como un perro para ellos es normal, para nada una humillación. Pero a pesar de todo, el que ignoren lo grave que es su estado de vida no significa nada. Para mí no es posible pasarla por alto sin sentirme afectado, es una necesidad casi tan importante y temeraria como mi falta de capacidad para remediarla.

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