lunes, 1 de noviembre de 2004
ENGAÑADOS POR CUALQUIERA
Cuando eres un chaval, siempre sueñas con ser alguien admirado y/o respetado. Pero una vez que han pasado los años y has dejado atrás la niñez, no es que uno haya cesado de desearlo, pero comienzas a ver las contraindicaciones, hasta que en puntuales momentos sí que puedes terminar incluso a plantearte a ti mismo si de verdad merece la pena el llegar a conseguirlo. ¿Para qué puedes desear una posición así? No estoy seguro de que la terapia constructiva que puede resultar esto para nuestra autoestima pueda equilibrar la responsabilidad que nos lleva a ser tan determinantes, la mayoría de las veces no positivamente, para aquellos fácilmente influenciables que nos rodean y que puedan llegar a admirarnos y dejarse moldear por nuestros actos al habernos determinado ellos como modelos recomendables a seguir o a obedecer. A mí personalmente me satisface el sentirme útil para los demás, pero de lo que hablo se trata mucho más que de ser útil. Se trata de llevar el peso de los errores que yo pueda cometer y cuyas repercusiones negativas no sólo yo voy a afrontar. Es como apostar el dinero que no es mío, o arriesgar vidas ajenas. La fama es algo muy destructivo en manos de alguien no apto para ella. Las personas hacemos dioses nuevos con una facilidad peligrosa, dioses por los que nos dejamos aconsejar, enamorar, destrozar...
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