lunes, 5 de noviembre de 2007
Vida inerte
... Cuando cada noche resulta demasiado larga, cuando la oscuridad no trae de su mano el sueño, es fácil verse sumergido en el dilema universal sobre si esta vida es una inversion coherente para todos. Sé que para muchos lo es, sin ningún lugar a dudas, pero se esconden a mí, cada vez con más ahínco, las cosas bellas de la vida, o al menos mi capacidad para apreciarlas. Después, al despuntar el alba, no soy capaz de distinguir emoción positiva alguna para mí. Ningún interés encuentro en dejar la cama, sabiendo que su único sustituto natural, en absoluto negociable, en mi caso es la silla de ruedas, la que dejaré luego al anochecer para volver a estar tumbado. Sé que mi existencia continuará inmersa en esta constante espiral, de ninguna manera eterna, aunque sí carente de mejoría alguna posible. Y hasta que algo o alguien me arrebate de este escenario interpretaré mi papel de escultura viva, pero inerte, receptora de miradas y comentarios misericordiosos compadeciéndose de este pobre infeliz; como si hubieran llegado a creer que la vista y el oído también se olvidaron de mí. Ojalá en alguna ocasión se detengan a valorar cuánto puede llegar a destrozar mis restos cada una de esas frases repletas de clemencia y lástima que disparan pensando que yo agredeceré.
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