jueves, 28 de diciembre de 2006

UN HUECO EN LA ETERNIDAD

Me pregunto qué sucedería si fuera capaz por mí mismo de crear un producto propio, en exclusiva, que tuviera la virtud de no verse afectado por el tiempo. Algo que fuera agradable y bello al ser sometido a juicio bajo el criterio de cualquier ser vivo del universo. Si yo pudiera ser el padre de algo que nunca llegara a ser usado de manera maligna sino que más bien fuera constantemente reclamada por cualquiera para poder disfrutar de sus encantos cualesquiera que estos fueran. Una creación adaptable a las necesidades de cada uno y modificable para evitar el agravio a nadie. ¿Qué pasaría si yo lograra tan bella obra? Quizás sea justo pensar que al haber materializado algo de esa magnitud cada vez que ese producto o alguna parte de él esté presente en lugar cualquiera, allí también se podría asegurar que hay una parte mía, una parte del creador. Allá donde permanezca mi maravilla particular, en ese lugar, permaneceré yo. Imperturbable ante el tiempo o a todo lo que pueda terminar conmigo hoy en día, ya que di a luz algo tan indestructible como bello. Eso haría que yo pudiera estar siempre en cada lugar y en cada momento, o al menos en casi todos, lo más grande e inalcanzable que todos hemos llegado a codiciar jamás. Yo moriré, de eso no hay duda alguna, pero yo seguiría aquí, quizás para siempre. Probablemente ese producto por crear no está en mi mano, tal vez ni toda la humanidad confabulada para participar en ello se baste. Pero al menos vamos a procurar perfeccionar cada uno nuestra aportación a este mundo. Hay mucha gente que nos dejó hace bastante tiempo y cuyo legado permanece entre nosotros. Seguro que con el transcurso de los años irán desapareciendo tal y como lo han ido haciendo desde el principio de los tiempos grandes creadores que ahora con un extraño invento llamado "Arqueología" intentamos volver a conocer. Dejemos que nuestro regalo a los que nos suceden sea lo más grato posible y que dilate su existencia todo lo que su calidad le permita.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Clown

No puedo comprender como a los pequeños hombrecitos tan risueños podía producirles esas incontenibles ganas de reír, sobre todo al valorar el que a mí me costara tanto trabajo contener las lágrimas cuando cruzaba su mirada con la mía. A ellos les parecía algo muy divertido su pelo alborotado de colores, sus grandes zapatones, aquel pantalón deformado y descolorido tan ancho, su extraña camisa, sus raídos tirantes y aquella manera tan peculiar de permanecer maquillado. Sí, podría ser gracioso, pero siempre que uno no se parara a pensar en que le acontecería al ocultarse el sol y abandonar el parque. ¿Le sería posible comer de una manera más o menos digna ese día? ¿Tendría un techo seco bajo el que poder cerrar los ojos tranquilo aquella misma noche? ¿Y cuándo fue la última vez que alguien le besó o le abrazó desbordando amor y cariño en el gesto? O peor aún, ¿Cuándo sería la próxima vez?
Yo ya llevaba más de quince minutos abstraído en su persona, casi me había olvidado de que sólo estaba allí de paso. Se acercó hasta situarse frente a mí y con un dulce y simpático movimiento me presentó su sombrero; mi reacción refleja fue llevarme la mano al bolsillo para depositar una moneda en él, pero no encontré ninguna.
-"Lo siento, no llevo nada" Quise excusarme. Él mantuvo su mirada en mis ojos un par de segundos como si esperara encontrar algo, pero pronto tuvo que desistir porque comprendió que si no abandonaba terminaría haciéndome llorar...