sábado, 23 de septiembre de 2006

SUPONEMOS QUE AVANZANDO

La involución o la evolución, ¿Cuál de las dos ejerce un papel más importante en el universo en general? Es que si acatamos que el mundo en el cual vivimos es objeto de una constante evolución que lo conduce directamente a la perfección de manera lenta y segura, tal y como se nos ha enseñado a todos; No creo que nadie se encuentre en disposición para debatir que este mundo a la vez sufre un contínuo desgaste y erosión, que poco a poco va minando sus capacidades y virtudes; de manera que, algo así como envejecido va perdiendo fuerzas y movilidad. El mundo entonces, es capaz de perfeccionarse así mismo, va siendo cada vez mejor, pero no por eso consigue dejar de ser víctima del cruel paso del tiempo. Es ahí dónde nace la incógnita: ¿La capacidad del universo para evolucionar niega que sufra una involución? ¿La evidente involución de este mundo no hace posible que se desarrole una evolución? ¿Son ambas compatibles entre sí? ... O planteadas de otra manera: ¿Es nuestro mundo hoy mejor que el pasado? ¿Es peor? ¿El mundo ni mejorará ni empeorará para sorpresa de nosotros, sus habitantes? Ya sé, También reconozco que con preguntas que cada uno de nosotros afrontará de manera diferente; así sean nuestros criterios de juicio sobre todo lo que nos rodea. Pero no tanto así si planteáramos la misma cuestión sobre las personas entre las que vivimos. ¿Somos mejores o peores que los habitantes del planeta hace algunos siglos? Hemos cambiado bastante, hemos perdido muchas cualidades para adquirir así otras muy diferentes. Pero creo que todos tendríamos las misma triste respuesta a la incógnita. ¿Los hombres hemos experimentado una evolución o una involución?

miércoles, 20 de septiembre de 2006

ATRAPADO EN LA VIDA

Puedo, en ocasiones concretas, verme sorprendido por cómo algunas cosas completamente místicas que jamás pude imaginar, muchas veces se mueven y actúan generando desencadenantes de gran impacto, al menos a mi juicio. Una de las más curiosas, tremendas y a la vez majestuosas es la vida en sí. Que bajo ningún concepto se permite a ella misma su ausencia de cualquier situación a lo largo del tiempo infinito, por muy singular que el momento a sufrir sea, y mucho menos todavía el pasar inadvertida. Puede llegar a tomar el papel de circunstancia, o bien de madre misericordiosa o de un conjunto de reacciones y componentes químicos coordinados que ni la ciencia termina de aceptar e imitar. Sea como fuere, se hace presente sin cesar de una u otra manera. No tiene ningún reparo en llegar a absorber nuestra propia existencia como humanos que somos para que, habiendo nosotros entrado en ella, quede por completo latente su presencia insalvable (que ojalá continúe siéndolo a lo largo de los siglos en este mundo). Así pues, terminamos siendo unos meros operarios a su servicio, con la única misión absoluta de personificar a la vida como tal, demostrando su autoridad. Pero la vida se cansa del contenido de su armario y de sus abrigos. Parece un chiquillo que no es capaz de permanecer demasiado tiempo paralizado en un sitio. Es mucho más caprichosa a veces de lo que nos gustaría. Como una niña mimada, como Salomé, un día se levanta y nos sorprende. Lo peor es que no hay nada qué hacer contra ella. El día que la vida se va nadie conoce una manera de retenerla en el lugar que ha decidido abandonar.