martes, 5 de abril de 2005

CIERTA PARCELA DE LA ETERNIDAD

El hecho de ser propietario, igual que cualquier humano como norma general, de varias decenas de años para invertirlos libremente, significa para mí una paradoja a la que me enfrento en mi mente con bastante constancia. He sido testigo y receptor a menudo de la frase: “La vida es corta”, y no escribo para tratar de ridiculizarla porque no dudo de su veracidad, aunque sólo parcial. Máximo si, por un momento, detenemos todo y nos dedicamos a contemplar el concepto de eternidad, de cuya calidad presume el universo. Somos los dueños absolutos de decenas de años, pero es indiscutible que esa parcela es ridícula contenida en el tiempo transcurrido desde “el principio” y el tiempo que transcurrirá a nuestra partida. No obstante, sin poder disponer de la durabilidad que quisiéramos o de una fracción medianamente considerable del tiempo que de verdad existe, somos muy agraciados. Es que esta vida, anexa al calificativo de breve, a la vez es tremendamente inestable y delicada para que cualquier pequeño guiño pueda ser el acertado y dé la vuelta a la situación más inverosímil. Porque: Sí, la vida es breve, pero está contenida de incontables fracciones de segundo, décimas de segundo o milésimas de segundo, sobradamente suficientes cada una de ellas para ejecutar esos gestos necesarios a la hora de cambiar todo. De forma que sabiendo que el espacio del que disponemos es escaso, eso no indica que deje de ser mágico y coherente para materializar nuestros sueños. El tiempo que tenemos sin dejar de ser poco, es espeso. ¡¡Por eso no siento completamente cierta aquella frase!! La vida es corta, sí, pero ancha.